lunes, 2 de mayo de 2016

Crucé la meta

Cómo no sentirme orgulloso de obtener el título de campeón ad honórem en la competencia de automovilismo que se realizaba anualmente en la gran ciudad. El espectáculo era alucinante: vehículos potentes adecuados para competencias de alta velocidad, muchas mujeres hemosas y entusiastas que engalanaban el escenario;  música, luces, comida y bebida; toda una parafernalia de fiesta y emoción. Allí estábamos los mejores —eso creía yo—.
El evento comenzó muy temprano y mientras esperábamos la orden de partida tuve tiempo de disfrutar de la magia del amanecer; el sol abriéndose paso entre las colinas y desplazando con su presencia  a la frescura de la noche; el canto de las aves; el aroma del campo y sus mil colores. Y lo mejor: la sonrisa tierna y enloquecedora de de una jovencita que acompañaba a su novio, quien también estaba listo en el punto de partida. Esa niña era hermosa y misteriosa, me estaba desconcentrando, al verla pasaron muchos pensamientos por mi mente; soñé que ganaría la carrera y que me la llevaría a ella conmigo para celebrar mi triunfo...
El encargado de dar la partida pidió silencio a la audiencia y nos advirtió a los competidores para que nos preparáramos. Solo se escuchaba el rugir de las potentes naves. Y entonces, el sonido fuerte y seco de un disparo activó la orgía de adrenalina. Delante de mí se pusieron varios coches —parecían volar. A mis costados otros tantos apuraban el paso, y, a través del retrovisor, pude ver una imparable turba de vehículos que parecía querer aplastarme. ¡Vaya momentos de tensión! Mi auto alcanzó su máxima velocidad; la dirección vibraba, el motor hervía y rugía como si fuese a estallar, las agujas de instrumentos alcanzaron el umbral. En mi mente solo estaba fija la idea de llegar en primer lugar a la meta. Nada a mi alrededor tenía forma clara, todo estaba en blanco y negro. Lo único que veía “con lucidez" era el rostro tierno y encantador de esa niña, con su pícara y adorable sonrisa solo para mí; y que además parecía decirme: tu vas a ganar.
Después de un alucinante y tenso ciclo de más de veinte vueltas a la pista de veinticinco kilómetros, solo algunos de los competidores continuábamos en disputa. Al primer lugar iba un niño caribonito conduciendo una nave de las mejores, en segundo lugar estaba una dama, la única dama que participaba en la competencia, y, al tercer lugar, estaba yo en mi destartalado proyectil. Sabía que ganaría la carrera, estaba convencido de ello. En los últimos cincuenta kilómetros la tensión aumentó,  corrimos palmo a palmo intercambiando posiciones en fiera lucha. Al llegar a la curva sin peralte, que precedía a una prolongada recta para llegar a la meta, apreté el acelerador a fondo sin ningún temor; en ese momento me dije: el triunfo será mío , y ella, esa hermosa criatura también lo será.  Tuve entonces la sensación mas hermosa de mi vida: sentí el placer del triunfo, la seguridad del campeón, la satisfacción de obtener lo que quería. Y mi corazón explotó de júbilo soñando con su amor...
No sé quienes lograron cruzar la meta, quién ganó,  ni cómo terminó la fiesta. Al finalizar la curva sin peralte yace una cruz con mi nombre y el título: “campeón ad honórem". Ella, mi dulce niña, visita el lugar de vez en cuando y lo adorna con bellas flores, deja caer algunas lágrimas y me regala su hermosa sonrisa.

Ella es mágica

¡Estoy emocionado!
Celebro haberla conocido.
La llevaré conmigo
hasta el final.

Siempre estuvo a mi lado.
Me ofreció su calor
desde que llegué a la vida
y me arrulló con dulzura.

Me acompañó
por todos los caminos.
Rítmica y alegre,
sabia y sentimental.

De ella aprendí
lo que sé.
Por ella pude acercarme
a mis seres amados.

Oré a Dios,
enamoré a mi amada
y la amé.
Aconsejé a mis hijos.


En ella ahogué
mis tristezas
y manifesté
mis alegrías…

Pero, en mis años mozos,
me comporté como un truhan
despreciándola
a pesar de hacerla siempre mía.

La utilicé sin respeto
en mis sórdidos momentos
cual si fuese
una bagatela.

La maltraté
e ignoré su valor,
en mi estúpida actitud
despectiva.

¡Ay, de mi necia actitud!
Que me negó
los mejores años
para amarla.

Cuanta felicidad
desperdiciada
por no
reconocerla.

Hoy ella me da la libertad.
Acaricia mi alma,
enaltece mi dignidad,
regocija mi espíritu.

Me alimenta,
me cuida,
me enseña.
Jamás me abandona.

Me exige
pero no me discrimina.
Siempre está dispuesta
para mí.

Solo espera
que yo la busque,
que vuelque en su dirección
todas mis emociones.

Es tan inmensa
como el cielo,
tan profunda
como el mar.

Me ofrece tanto
que estoy seguro
de que moriré
apenas conociéndola.

Nada en la vida
podría despertar en mí
tantas y tan fascinantes
expectativas.


Ella tiene la capacidad
de hacerme reír
o de provocar
mi llanto.

Estimula mis sueños.
Me excita,
me embriaga,
me alucina.

Gracias a ella
puedo ser o no ser;
estar aquí y allá;
vivir el ayer y el hoy.

Es mágica e infinita.
Parece saberlo todo
y conocer
cada parte mía.

Navegaré eternamente
libre y tranquilo,
llevando al límite mi pensamiento
hacia la infinidad de la literatura.

Adorando su existencia,
saboreando su dulzura,
y descubriendo la esencia de la vida
en cada palabra.

                                                               

domingo, 1 de mayo de 2016

Eres inolvidable

Desde aquel día en el que nos dimos el adiós llevo conmigo el más inmenso vacío. No hubo lágrimas, ni reproches, ni agravios; nada que pudiera crear semejante abismo entre dos almas. Sin embargo, como si la magia negra  se hubiese hecho presente, nació entre los dos una oscura indiferencia.
Hoy sin dolor pero embriagado en la nostalgia te recuerdo. No puedo evitarte. Te veo en la fresca mañana y en cada gota de roció. Te veo cuando el gran astro descubre desde oriente la esplendorosa vida; en las tardes brillantes y ardientes que iluminan mi letargo o en una borrascosa tormenta; en el tibio atardecer del verano; en una noche repleta de estrellas, donde tu eres la más hermosa y brillante, la que me cautiva y embelesa. "Te veo dentro de todo mi mundo"
¡Cómo olvidar a la más exótica y maravillosa de las flores de este jardín infinito!
La de la rubia cabellera con rizos de oro y olas ardientes; la dama delicada de piel blanca y pura, suave y tibia, como pétalos de rosa; la de los ojos negros, profundos e indescifrables, que se debaten entre la ternura, la picardía y la fortaleza; la de los labios más jugosos que el placer pudiera concebir, trampas mortales de amor con autentica esencia femenina.
Cómo no anhelar el sabor de tu piel y el aroma de tu intimidad. La dulzura de tus senos, el calor de tu regazo y la fortaleza de tus caderas.
Daría lo que fuera por sentir mío tu calor. Por bañarme en tu sudor y en tu éxtasis. Por hacerte estremecer de pasión y enviciarte a mí. Tan solo robarte una sonrisa sería una memorable conquista.
Quisiera ser el objeto de toda tu atención; me sentiría feliz y orgulloso de robar tu corazón, robármelo y llevarlo conmigo eternamente sin compartirlo con nadie más. Y así lleno de egoísmo,  privándote de cualquier ajeno vestigio de afecto que la vida pudiera darte, ser el único que te ame y que te disfrute.
                                                                 
                                                       

Eres hermosa

Te llaman “gorda”
porque tus huesos
no saltan a la vista
en cada movimiento.

Porque tus mejillas,
rosadas y tersas,
exhiben generosidad
y abundancia.

Porque tus pechos
se muestran fértiles
y tus caderas
extensas.

¿Acaso no reconocen la belleza?
Esa riqueza infinita de tu espíritu
valiente y soñador.
La pureza de tu ser que trasciende.
                                                                                                              

Doctrinas de espanto...

Brilla el recuerdo
ante las oscuras mentiras
y el sucio proceder humano,
que enmascara la historia.

En medio de viles falsedades,
doctrinas amañadas
y cobarde complicidad,
la verdad intenta surgir…

El olor nauseabundo
de los cuerpos descompuestos
y la sangre derramada
se transforman.

El llanto aterrador de los niños,
su orfandad,
y la soledad de las viudas
se dispersan…

Y las conductas atroces
enmarañadas de codicia,
injusticia y desamor,
se camuflan en la impunidad.

Pero el dolor de muchas almas
continúa latente,
haciéndose presente
con la caída de nuevos mártires.

“La esencia humana
repele tanto odio;
la bondad del espíritu,
no es invisible”

Ni siquiera la absurda felicidad
que provee la riqueza
logra ocultar el miedo
de las consciencias retorcidas.

Tal vez, algunos ejecutores
de la maldad
hayan pagado caro
por sus acciones…

Quizás aún sus herederos
sufran el dolor
de la absurda
barbarie.

Y el pensamiento malsano
de los implacables
creadores
del infierno humano,

trascienda, débil
y asustadizo,
entre generaciones
vulnerables.

Pero la testaruda verdad
querrá hacerse presente;
ante ella, siempre
el recuerdo.

Y el principio de equilibrio
traerá paz y más dolor.
Y el espíritu humano, único,
se aferrará eternamente al amor.

                                                                                                      

Divina creación


¡Anda, intenta conocerte!
Descubrirás la sutil distancia
entre la vida
y el espíritu.

Ella te acoge en sus brazos
pletórica de ternura.
A veces complicada
pero te lo ofrece todo.

En loco carnaval
te regala los más finos diamantes…
Puedes sentir.
Puedes pensar.

Él trasciende al infinito
en desenfrenada búsqueda
queriendo alcanzar
lo divino y esencial.

¡Mientras tanto, vives!
Tiembla el corazón
embebido de pasiones
y afectos.

Te levantas en vuelo
cuando lo deseas
saboreando
la libertad.

Y disfrutas del poder;
el poder de ser,
de elegir,
de recomenzar.

Eres un ser tan hermoso, así,
como te concibe “El Todo”.
Semejante al espacio infinito,
a la luz, a la obscuridad.

Bastará con que disfrutes una gota de rocío,
la risa de un niño,
una mirada enamorada,
un gesto de humildad…

                                                                                                              

Afán...

Impetuosa la juventud
se bate en cruenta batalla
con afán de vencer
sus miedos.

Y todo ese camino recorrido
parece no servir para nada
porque insatisfecha
anhela más y más.

Vanos logros que solo
parecen satisfacer a la vanidad.
Pobres atriles incapaces
de soportar el peso.

“Y el alma se siente aún volátil”
Pero el árbol
continúa
firme y creciendo.

Y crecerá tanto, y se fortalecerá,
que un día, ¡un grandioso día!
ofrecerá orgulloso
sus frutos.

Frutos de amor y esperanza,
pedacitos de dolor convertidos
en dulces y carnosas
emociones.

Fortalezas indestructibles,
caricias al alma.
Y entonces la juventud
será el más delicioso recuerdo.

Enamorado de las cosas simples

Como las dulces notas del violín
que envenenan mi alma
de emoción y nostalgia

estremeciendo
a este frágil corazón
que palpita a la deriva.

O las letras del poeta
que atraviesan mi fortaleza
dejándome vulnerable,

calcinando de pasión mi ser
y arrancándome
unas lágrimas.

Así, la inmensa sombra
que refleja un cuerpo de mujer,
en donde reposan mis lúbricos deseos.

Donde mueren mis tontas pretensiones
a partir de una desbocada
travesía con mis labios.

Son todo lo que yo quiero.
¡Ah, manjares insuperables!
Caricias tiernas de la vida.

Milagros íntimos
del alma. Cadenas
de libertad y amor.

¡Hazme feliz, mujer, con tu sonrisa!
Y entona para mí unos versos
con el lenguaje de tu cuerpo.