Tengo sed, sed tu boca
y de tu aroma.
De sentir en mi ser
la tibieza de tu piel.
De abrazar tembloroso
tu trémulo cuerpo,
en la frenética danza
de la dulce pasión.
Quiero aprender a amarte
y a esclavizarte como tuyo
soy,
para que disfrutes del
placer infinito
que yo siento en tu amor.
Jamás podré dejar tu paraíso,
ni siquiera con la muerte,
pues en ti he muerto
una y mil veces.
Pretendo que sea infinito,
que nada calme mi sed;
y así beber de tu manantial
sin cesar.
Y adueñarme de ti
en la lascivia,
en lúdico romance,
en condenada dependencia.
Y experimentar como un niño
en el sabor de tus
lágrimas,
en la humedad de tu
intimidad,
en el poder de tu libertad.