que envenenan mi alma
de emoción y nostalgia
estremeciendo
a este frágil corazón
que palpita a la deriva.
O las letras del poeta
que atraviesan mi fortaleza
dejándome vulnerable,
calcinando de pasión mi ser
y arrancándome
unas lágrimas.
Así, la inmensa sombra
que refleja un cuerpo de mujer,
en donde reposan mis lúbricos deseos.
Donde mueren mis tontas pretensiones
a partir de una desbocada
travesía con mis labios.
Son todo lo que yo quiero.
¡Ah, manjares insuperables!
Caricias tiernas de la vida.
Milagros íntimos
del alma. Cadenas
de libertad y amor.
¡Hazme feliz, mujer, con tu sonrisa!
Y entona para mí unos versos
con el lenguaje de tu cuerpo.
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