A vos poetiza,
que regás con tus lágrimas
los fértiles campos
de la sensibilidad
Después de labrarlos
con lamentos punzantes
y estrepitosas quejas,
capaces de remover el universo.
Vos que con tu canto
hacés tambalear la verdad,
o la hacés
inamovible.
Que te hacés imprescindible
a todo
y ajena
a la ausencia.
Tu imagen
impregnada en el aire
y dibujada en el cielo,
enmarca la vida.
Tus ojos ven
lo que yo no puedo
y me lo cuentan todo
en tu sonrisa.
Y ese corazón
ardiente y enigmático
que ilumina
mi andar.
Ansioso de vida,
casto, puro y aventurero;
atravesando siempre
la mar del deseo.
Ahogado en la esperanza
de lúdicos
y románticos
momentos.
Desnuda sin temor tu alma,
paseándote por la felicidad
de sentir
y poder expresarlo.
Enloqueciendo
a este frágil corazón mío,
que venera
tu esencia femenina.
Hombre de noble corazón! Que manantial de sentimientos los que se desbordan cual vena ardiente corriendo por el cuerpo, como semilla que germina y de profundas raíces, gestando la esperanza y sucumbiendo el desconcierto, ante cualquier desenlace de un profundo pensamiento.
ResponderEliminarLigia A.
Gracias Ligia, me es honroso y placentero tu espiritual y generoso comentario.
EliminarUn abrazo mujer.
Carlos,
ResponderEliminar¡Qué palabras tan bellas! Me parece un poema tierno, romántico y de una sensibilidad extrema.
Buen trabajo compañero. Tus versos reconfortan mi alma. Gracias, Anna
Gracias Anna, tus palabras reconfortan la mía.
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