martes, 9 de abril de 2013

“Déjame amarte”


Me gusta amarte
porque así lo deseas,
tu placer
se adueña de mi corazón.

El fuego de tu mirada
y el húmedo aroma de tu piel,
enriquecen
mis ansias de poseerte.

Amo llevarte a la cumbre,
deslizándome entre tu lujuria
y aprovechándome
de tu confusión.

Más no puedo descifrar
el origen de mi poder sobre ti;
pero disfruto sin cesar
de tu entrega.

Sin duda eres la dueña
de todo mi espacio,
la reina absoluta
de mi ser.

El aire que respiro
me sabe a ti,
mis fuerzas se desvanecen
en tu regazo.

La música de tus jadeos
me envuelve
en el más loco e incomparable
frenesí.

El lenguaje de tu cuerpo
anula mi voluntad,
haciéndome perder  
en la fascinación.

Y tu espíritu
sensible y poderoso
me toma de la mano
llevándome por el camino,

aquel que no puedo
ni quiero entender.
Es imperiosa mi necesidad de ti,
Solo déjame amarte.


domingo, 24 de marzo de 2013

“Una caricia para mi amiga”


De todas mis amigas
tú eres la más cercana,
porque me profesas amor
sin interés alguno.

Te percibo cálida y tranquila
como una mañana de verano,
radiante y colorida
como el más bello jardín.

De ti emana la paz,
nacen nuevas alegrías,
y florecen las más bellas ilusiones
que acarician mi alma.

En ti veo todo lo mejor,
desde el más pequeño
hasta el más maravilloso
acierto humano.

Y puedo saborear complacido,
la dulce esencia femenina
que me embriaga,
que me alucina.

Reconozco el afecto puro
en tu actitud,
y el privilegiado lugar
que ocupo en tu corazón.

Nada puede describir tu sonrisa,
o el vaivén de tu cuerpo,
o tu mirada destellante y profunda;
cosas que me invitan a soñar.

Por nada cambiaría
los momentos que me das.
Cuando te preocupas por mí
o cuando quieres que me preocupe por ti.

Apenas si puedo sobrevivir
a la emoción
cuando me dices que me quieres,
cuando te insinúas pasional.

Temo que no podré soportar
el placer infinito
de lo que siento
cuando te miro a los ojos.

Y que mi lealtad se convierta
en ambición de poseerte,
y que la ternura transmute
hacia la pasión.

Pero solo será así
si tú lo quieres,
si me dices que sí.
Si tu alma desea fundirse con la mía.

miércoles, 6 de marzo de 2013

“Parábola de un padre triste”


¡Ah de aquellos años mozos! En los que engreído en su juventud este hombre amaba la vida. Radiaba de felicidad y ostentaba orgulloso la existencia de su cachorro, refiriéndose a su primogénito y heredero.
Sin duda alguna para este hombre la vida era su hijo. Cada paso, cada expresión, cada necesidad del nuevo ser, constituían el espíritu y la materia de su universo. Y en él reafirmaba su fe en el creador.
Le bastaba con tenerlo en sus brazos, mirarle a los ojos o escuchar su tierna voz para sentir que su alma volaba en  los cielos del amor.
Nunca nada le hizo tan feliz y tan grande como su amor de padre, nunca nada despertó en él tantas ilusiones.
Con la venida de su hijo se fortaleció la familia, se afianzaron en ella los principios humanos y se despertaron de un largo letargo las virtudes olvidadas.
Crecieron el hijo y el amor, en una sólida y hermosa relación. Causa y efecto; quien ofrece amor también lo recibe. Sin embargo el corazón guarda también los resentimientos que nacen de malos momentos, aunque estos nada tengan que ver con los sentimientos reales.
Y el aparentemente bendecido padre, ciego en su egoísmo e invadido de soberbios errores; además de darle amor, alimentaba en el alma de su hijo resquemores que no se manifestaban y que jamás  supo descubrir.
Inenarrable la satisfacción que sintió este hombre protegiendo y formando a su  niño adorado, al rey de su alma.
Satisfecho siempre en su machista vanidad, en su humano corazón y en sus más profundos sueños. Satisfecha su vida de permanecer junto a él.
Duras faenas superadas de la adolescencia y en la rebeldía juvenil. Normales tropiezos  que dibujaron posibles fracasos y que siempre fueron superados.
Y él, el padre, siempre aferrado al amor y embebido en su ilusión; dispuesto a sacrificar  hasta su amor propio para conservar el reino de su hijo.
Dulce relación de amistad y complicidad en la que aparentemente siempre coincidieron y que prometía durar para siempre.
Pero la vida tiene caminos de ida y vuelta, ella  da y  quita, ella se transforma mágicamente. El viejo cada vez se hizo mas viejo y sus cualidades gradualmente se convirtieron en defectos y falencias. Y las frustraciones y los resentimientos crecieron para convertirse en el monstruo de la intolerancia; y el acabamiento humano demolió el pedestal en el que alguna vez situó el hijo a su padre.
Entonces el joven lo vio de otra forma, y el respeto y la admiración se hicieron volátiles. Y la obediencia filial y la consideración también huyeron de esa relación; apenas quedó presente en el alma del hijo un poco de lástima para otorgarle a su padre en calidad de limosna. Mostrándose distante de la humildad y fortalecido en la soberbia absoluta de quien se siente preparado para asumir el poder de su propia vida y es
capaz de desechar a quien a pesar de sus buenas intenciones se convirtió en un intruso.
Tal vez este pudo ser el mejor momento para que el padre hubiera dejado de existir. La frialdad del corazón de su hijo hubiera soportado valientemente su ausencia y le hubiera asignado un lugar valioso y digno en su recuerdo.
Pero el destino estaba trazado, aquel que correspondería a los seres llenos de dignidad, incapaces de concebir los caminos del desamor y la deslealtad.
Por ello, el padre debió pagar por sus errores. Los errores de un amor sin límites y de la inconsciencia, los que quizás él nunca cometió ni provocó; sino tal vez la misma esencia engendrada de su casta y el cambiante universo que le rodeó.

A fin de cuentas el padre dejó de ser feliz y permaneció eternamente triste, convencido de que todo lo hizo mal. Sus ilusiones se desvanecieron a pesar de las realizaciones, porque él no pudo disfrutarlas.
Ese vínculo tan fuerte y casi divino que construyó con el ser que más adoraba se convirtió en un débil lazo afectivo, para unirlos en una tibia y conforme relación de convivencia.
Lo único que el viejo esperaba con afán y desesperación era que llegara la muerte para descansar de la  traumática pesadilla, e intentar darle otra oportunidad a su espíritu.
Y el joven, el gran objeto de su amor, siguió superando con éxito cada uno de los escalones de la vida, logrando metas y buscando la cima.
Posiblemente pudo olvidar algunas de las cosas que otrora fueran para él motivaciones, e incluso desechar algunos de los principios que le heredara su padre.
Aparentemente  indiferente ante el dolor que hubiese causado con el desprecio a su viejo; engreído en su vanidad y en su juventud.
“Y mañana posiblemente se repita la historia”
Y él será feliz… Y luego sufrirá… Y tal vez entenderá a su padre.

lunes, 4 de febrero de 2013

“MI TIEMPO SE CUMPLIÓ”


No puedo comprender mi eterna soledad.
Ausente de todo,
exiliado en el silencio
y en la luz del amor.

Me siento invisible
y ajeno a la dicha.
Contemplo mi felicidad
en la de mis seres amados.

No encuentro el rumbo
y nada he dejado atrás.
Se que todo a mi alrededor es mío
pero me es esquivo.

Es aterrador ser incomprendido.
Se hace triste el camino,
inútil la lucha,
estéril la voluntad.

Atino apenas a esgrimir mis peores armas:
mi necedad,
mi soberbia,
mi deserción.

Y los fértiles campos que he cultivado
vuelven a secarse.
Y mis fuerzas se escapan
dejándome sumido en el miedo.

¿Cómo habré de conquistar mis sueños
si ni siquiera se cuales son,
si ya no entiendo mi existencia,
si no me siento parte de nada?

Tal parece que forcé la marcha
 y recorrí muy pronto el sendero;
agotando mis ilusiones
y desgastando mi ambición.

No parece cabal que mis deseos
se orienten en otra dirección
que no sea la de mi propia satisfacción,
la de mi propia paz.

¿Acaso este es el precio de mis pecados,
vivir sin cosechar la realización
y humillarme eternamente ante ello
Intentando hacerlo bien?

Posiblemente estoy pretendiendo
más de lo que merezco,
o quizás simplemente
mi tiempo se cumplió.

Quedarán entonces muchas cosas inconclusas
como siempre en mi andar.
“lo intenté”
Pero eso a nadie  importa…solo a mí.








sábado, 26 de enero de 2013

“SE EXPRESA EL CORAZÓN”


No parece común que un corazón
abrazado del amor leal de una mujer,
satisfecho y exaltado en la paternidad,
y etéreo como el aire en la libertad.

Palpite intensamente y desesperado
ante estímulos simples de la vida,
como la dulce fragancia femenina, la ternura de un niño
la bondad y la nobleza de los hombres.

Debería ser suficiente sentirse amado.
Pero él quiere amarlo  todo,
y aunque ha sembrado su semilla,
pretende dejar su huella por doquier.

Sus pretensiones de  justicia,
su inútil equidad
y su fe ciega en el amor,
son los preceptos que le hacen continuar.

Parece tener la razón.
Nada podrá ser jamás tan poderoso,
como una poesía nacida del alma
o como la manifestación de amor de una mujer.

Ningún valor material puede dársele
a los verdes paisajes y las aguas cristalinas,
al cielo azul y eterno,
al aroma de las flores y al canto de los pájaros.

Nada puede ser mejor que lo que sientes,
que lo que imaginas,
que lo que sueñas,
que lo que puedes elegir.

Tal vez por eso el corazón
palpita desesperado como si estuviera inconforme;
pero no es así
él está feliz y afanado por vivir.

                                                                             Cau.