sábado, 13 de mayo de 2017
Bellaco
Acaso adormecida
la consciencia
cierra los ojos
e impide al
hombre rehusar
al perverso
pensamiento.
Cuando la
enajenada condena
invoca un
instinto salvaje
al escenario
de trama
dantesca.
La razón
abandona...
Frágiles
sentimientos
transmutan
en intenso
dolor.
Y ataca
el fiero león...
Rompe con sus
garras la carne,
tritura los
huesos.
Y la sevicia
que otorga el
falso poder
ostenta grandeza
de invencible
guerrero.
«¡Ah, valiente
verdugo!
Imparable es su
fuerza.
Nadie osaría
detenerle».
Ahora la flor no
lo enfrenta,
sangra y
marchita asustada;
anega en llanto
la afrenta.
Ruega en
silencio
que él sacie su
ira,
que la perdone,
que la
comprenda.
“Amainada la
tormenta"
ella recoge sus
pétalos
y extiende al
“Hércules"
su ofrenda.
Purga el odio de
su alma,
finge ser feliz;
saborea de él
su estúpida
vergüenza.
¡Malvado
cobarde!
Podría ser tu
madre,
tu hija,
tu infinita
compañera.
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