jueves, 17 de abril de 2014

Legítimo Mesías.

¡Ah, de la gracia del espíritu!
Que en virtud del deseo
se condensa en maravilloso
acontecimiento.

Deseo, quizás errado,
aquel de convertir al hijo del hombre
en la llama de la revolución
en busca del poder.

Necesidad constante de la vida
para transformarse.
Alquimia que mata
y crea.

Él, “el hijo del Dios”,
Bocado de la creación humana
encaminada
hacia la fría y mortal vanidad.

Germinó en la fertilidad del amor,
a pesar de la aridez
y la insensibilidad de los corazones,
de la sucia ambición.

Su voz, no fue la de un rey;
su corona, fue el dolor;
su atavío, la sangre del hombre;
su linaje, el de humilde pastor.

Sano camino del pensamiento
en dirección a Dios.
Esa fue la elección
del gran hombre.

Con acciones sustentó
su palabra.
Y nos mostró un camino…
Ese, que fortalece al espíritu.

Camino de fe y amor,
de libre elección.
Luz de esperanza
que acaricia el alma.



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