¿Y por qué no desearla?,
si sus ojos son mi prisión…
Niña angelical que embruja mi alma
con sonrisas prohibidas
y gestos tímidos.
Hembra deliciosa
que me da sus aromas fértiles
y la fascinación de su cuerpo.
Y me ofrece su tiempo…
Creo que es mía, toda mía;
ríe y canta dulces gemidos para mí.
¡Nos gustamos, nos amamos!
Luego las lágrimas apagan nuestro sol
y el vacío enluta la felicidad.
Ella se encumbra hacia el calvario resignada a la distancia.
La espera un amor estéril,
un escenario sombrío.
En su piel mi aroma
y en mis labios su entrega.
Y yo muero en silencio sin su calor
esperando el amanecer.