miércoles, 9 de marzo de 2016

Naufragio de amor

Navega solo y vacío el corazón
en la incertidumbre de la realidad.
Penitente en la obscuridad,
resignado.

Preguntándose a dónde ir
y si podrá anclar de nuevo.
Si justo cuando creyó encontrar la paz
sus sueños se tornaron en pesadilla.

Aquellos ojos mágicos que iluminaron el horizonte
hoy arremeten en odio
desgarrando llanto y empapando de dolor
el calvario.

Sus labios —exótico y alucinante maná— que le fascinaron,
ahora yacen inertes,
y brota de su sacra frialdad
el veneno de la indiferencia.

Y ese rostro brillante e indescifrable
que danzaba con su palpitar, cual agitado oleaje,
representa la muerte del amor o su inexistencia,
en sórdida escena y aterradora quietud.

Es el final, es la cara opuesta de la felicidad.
Desapareció la mar de las sensaciones,
de la pasión, del sentir.
Solo reposan en lo mas profundo los restos de una gran ilusión,
y flotan sin rumbo los recuerdos del naufragio.
                                                                                                                                         Andantte.

domingo, 18 de octubre de 2015

Dolor romántico

¿Acaso es mágico el amor
que no me deja atraparlo?
Un día lo tuve entre mis manos
y lo guardé en mi corazón
pretendiendo eternamente poseerlo.

Hoy le llamo con afán y no viene a mi encuentro.
Le busco dentro de mi pecho,
en las fisuras de mis manos,
en el vacío de mi alma.
¡No puedo verlo!

Ayer acariciaba mi vida
y me ofrecía confusas sensaciones.
Oscurecía mi intelecto
con  fantasías
y ridículos sueños.

Envolvía en vanidad mi ser
ocultando mi debilidad,
mi pequeñez ante el universo
y la miseria
de mis temores.

Y engalanaba mis defectos
otorgándome el poder de un falso reino;
invitándome a disfrutar
de la efímera
alegoría.

Es incomparable el sabor de los besos
cuando él está presente,
e inevitable bañarse de lujuria
en frenética fiesta
de placer, ternura y sosiego.

Tan etéreo e invisible es
que te aleja de la escena real,
negándote la virtud
de la sensatez.
Y entonces juegas tu vida a azar, sin límite.

Y luego, algún día, se va;
se aleja sin decir adiós,
sin aquellas caricias ni esos besos.
Zarpa desgarrando tu pecho
porque las amarras nunca desaparecieron.

Y de nuevo, miras ansioso
hacia el horizonte, y a veces atrás,
queriendo desvelar su paradero.
Llorando tu dolor, maldiciendo al vacío.
Recordando... Deambulando...
                                                                                                                                         Andantte.


lunes, 5 de octubre de 2015

¿Adónde vas juventud?

Se hacen inútiles los esfuerzos
y vanos los deseos
intentando detener el tiempo;
o al menos, demorarlo un poco…

Cuando ya la piel
se muestra marchita.
Cuando las carnes flácidas
tambalean, ajenas a la vanidad.

La mirada opaca,
firme y profunda.
La voz ronca
ya no quiere gritar.

Y la fortaleza…
Traidora despiadada
que solo pretende anidar
en el despertar de los cuerpos.

Ajena al llamado
de almas en el ocaso,
ávidas por transitar
los caminos del placer.

Falsa compinche de la vida
que engaña
prometiendo lealtad
hasta el final.

Hoy abandona sin pudor alguno
la vieja fachada
que habita el ser.
¡Destartalada fortaleza!

¡Bah! No eres la única, bella juventud.
Tu deserción libera,
tu ausencia
desafía.

Jamás fueron tan intensas
las sensaciones,
tan claros
los pensamientos…

Nunca el alma
voló con tanta libertad.
Ya el espíritu
no está confundido…

Reconoce de donde viene,
sus deseos,
el camino
y el lugar adonde va.

¡El amor ha vencido
a la fuerza!
El sabor del dolor
ya no es amargo…

Es dulce como la vid
y embriaga
con valientes reflexiones
a la tristeza.

Y las mieles de la lujuria,
maduras y alborotadas
apuran al corazón
Invitándolo a amar.

domingo, 23 de agosto de 2015

Tu soberbia

Cruel error
dejarme partir.
Así como me lo exigiste,
como querías.

El vacío
quedará por siempre
en nuestras
almas.

En la tuya,
en la mía,
en la
de nuestro hijo.

Dura lección
para él,
fruto de nuestro amor
y compromiso.

En adelante, será
como vivir sin esperanza,
sin mirar
hacia el horizonte.

Fueron entonces lazos endebles
de falso amor,
de esos que aprisionan
pero no unen.

Condena al compromiso
que ansía
ser liberada
y quema a fuego lento.

Espíritu malsano
y errante
que solo
admira su refejo.

Que no quiere
trascender
y se aferra
al lodo.

Pobre de ti
que eliges causar dolor
a costa
de tu sufrimiento.

No podrás
perdonártelo;
ni Dios
ni tu frágil conciencia.

Y arderás
en el infierno
de la desazón,
arrepentida.

Pero darás
un paso adelante
con cada lágrima
en medio de la soledad.

Quizás tu lamento
se cubra de sucia lascivia,
de ruindad
y fatuidad.

De banalidad,
codicia
y oscuros
pensamientos.

Y tu patético
proceder
crecerá imitando
a las corroídas almas.

Almas estériles,
vacías,
que embisten al amor
para desangrarlo

y alimentarse
de la nada,
del silencio,
del asco.

Y tú
morirás lentamente
Intentando
deshacer el mal.

Y señalarás al mundo
negando
que fue
tu elección.

Yo encambio
sufriré, sufriré y sufriré,
soñando
con tu regreso.

sábado, 7 de marzo de 2015

Camino de mi melancolía

 

Camino de mi melancolía

¡No sé el porqué!,

pero creo que es

el momento de partir.

 

La dicha

me ha abandonado

y advierto que no volverá.

 

Dudo en mi fe:

¿existe la esperanza?

 

Me duele el cuerpo

y siento un fétido acabamiento

 

Mi alma,

ya disgregada,

no responde

al cortejo de la vida.

 

Y mi espíritu,

mi amante y enloquecido

espíritu,

solo quiere partir.

 

Todos los caminos

están recorridos...

Solo falta el sendero

de la muerte.

 

Ya no vienen a mí

los sueños;

ni siquiera las pesadillas.

 

La ilusión es estéril;

pensamiento cándido,

pardo y opaco.

 

Mi libertad

se transforma trágica

en burda nostalgia.

 

El paisaje que contemplo

semeja un falso

biombo de escena.

 

El canto de las aves,

torpe y díscolo,

desorienta mis sentidos.

 

El agua que fluye

Ahoga mis escasos pensamientos.

 

El llanto de un bebé,

que ayer me emocionaba,

hoy me hiere.

 

Y la sonrisa de mi amada,

en la que antes creía,

es apenas una fugaz falacia.

 

¡Qué triste atardecer!

Atino a evocar mi tierno despertar

en dulces satines.

 

El calor de unos brazos

y la tibieza de la casa vieja

que habitaba el amor.

 

Los juegos torpes

y mis reprochables inquietudes

en nuevas emociones.

 

Mi blanca sumisión

ante la imagen paterna,

convertida casi en deidad.

 

La ausencia de un rincón para mí

en la efímera matriz

de mi madre.

 

Y la angustiosa soledad:

soledad del guerrero,

del rebelde,

del aventurero.

 

¡Tránsito a tientas!

entre cumbres indómitas

que me alejaron

más y más...

 

Pobre cachorro despreciado

que debió afilar

temprano sus garras.

 

Rimero inmenso

de penas,

ausencias

y frustraciones.

 

Vertedero de

ajenos fracasos y desechos,

frutos del egoísmo.

 

Anclaje de extraños sentimientos

con naturaleza indefinida.

 

¡Que niño desafortunado!

Objeto del desviado amor

y de la sacra indiferencia.

 

Arlequín del desacierto.

Inocente usurpador

condenado.

 

Fantasma de lunas llenas,

rufián de momentos gratos.

 

Tal vez, así lo decretó el destino

para mí, antes de nacer.

¿De qué otra forma interpretarlo?

 

Recuerdo mi primer amor

cuando apenas era un infante,

un retoño vulnerable de la vida.

 

Aún siento su risa;

veo sus ojos puros

y tiernos gestos;

escucho el latir de su corazón.

 

Cuán adorable

pudo ser esa criatura,

que permanece en mi ser...

 

La evoco con una canción,

en la sonrisa de un niño,

en la nostalgia de mi comienzo.

 

Ella jamás retornó a mi camino.

Hubiese sido un gran regalo.

¡Tal vez no lo merezco!

 

Además, ¿Por qué he de quejarme?

si he saboreado otros quereres

y he vibrado en infinitas sensaciones.

¡En fin! Todavía la recuerdo.

 

 

«Y pronto desfilaron ante mí

otras emociones

engalanadas de dolor

e impotencia,

 

de hastío y desasosiego;

las mismas que me acompañarán en la transición

hacia el cielo o el infierno».

 

La muerte de mi abuelo.

Ese viejo tranquilo y amoroso;

sin vanidad,

sin resentimientos.

 

Serenidad y sabiduría

condensadas en un macho agotado;

en alguien que parecía

no luchar contra el tiempo.

 

Varón dulce y plácido

dotado de sencillez,

de amor y de gestos buenos.

¡Aún lloro tu partida, abuelo amado!

 

«¡Qué regio es ser niño!

Pues se olvidan el dolor,

el rencor, la frustración

y el desprecio.

 

Entonces nada puede hacerte daño.

Las heridas sanan pronto

y cada nuevo día

resucita el espíritu»

 

 

Y mi vida continuó

matizada de ensueños,

inquietudes

y desengaños...

 

El colegio,

otros amores;

precoces y viriles conquistas;

un rosario de fracasos…

 

El tortuoso camino de la perdición.

Malas andanzas y

un obscuro escenario.

 

Realidad confusa

entre llamas destellantes

de efímeros placeres

y sórdidos momentos.

 

Y la rebeldía envolviéndome en sus brazos,

opacando mi dignidad,

creando terror.

 

¡Ah, de los consejos de mi padre!

Extraño sus enseñanzas

y su enorme ego.

 

Daría mi vida

por tenerlo conmigo

por abrazarlo y besarlo.

 

Cómo olvidar su fortaleza,

en la que me refugié,

la que forjó mi carácter de acero

y orientó mi frágil espíritu

 

Mi gran viejo,

bendición de mi camino.

Mi amigo,

mi padre adorado.

 

Dignidad, dignidad

y más dignidad.

Hombre entre los hombres,

corazón apasionado.

 

Maestro sin igual del amor,

amor del bueno, amor ilimitado.

Nos dio todo lo suyo

a quienes estuvimos a su lado.

 

Guerrero insaciable de la libertad,

de sus principios,

del amor,

de lo inesperado.

 

¡Me duele tu partida, Benito!

Nunca te he olvidado.

Te llevó en mi sangre, en mi mente,

en este corazón destrozado.

 

Te llevo en cada palabra,

en cada pensamiento,

en mi locura,

en mis versos y en mis cantos.

 

¡Cómo desatenderte, padre!

Si sos esencia de mi vida.

Si a tu lado transcurrieron

mis mejores años.

 

Descansa tranquilo, gran señor.

Disfruta del espíritu infinito

y de su amor;

del duelo superado.

 

Nada jamás

mancillará tu recuerdo.

Sembraste amor y,

solo eso será cosechado.

 

Y sigo viajando en el tiempo

contemplando

alegrías y sinsabores,

cada vez más míos.

 

Aires de dolor:

la muerte de mis amigos,

de mis perros,

de mi juventud.

 

Recuerdo a mi abuela,

Etelvina.

Mujer adorada,

caricia en mi vida.

 

Dama legendaria

y distinguida,

de fuerte carácter

pero noble y humana.

 

Laboriosa sin fatiga;

arraigada en su fe,

ferviente y soberana.

 

Madre entre las madres,

dulzura almibarada.

Sabia y comprensiva amiga.

 

Ella también partió un día,

tal vez hacia la nada.

Quizás hacia un mundo mejor,

el que merece una santa.

 

Además, en mi corazón

guardo otros quereres:

románticos, filiales y fraternos

 

Mi esposa, la que hoy no está conmigo;

mi madre, casi ausente en vida;

mi hermana Jenny, y Nancy, hermana menor.

 

Mujer inquieta,

loca y desparpajada,

pletórica de valor;

espíritu agitado en busca de calma.

 

Heredera absoluta

de nuestra casta;

con sentimientos idénticos a los míos.

 

De sanas costumbres y

febriles hazañas.

Sangre noble y fuerte que baña

principios eternos.

 

Corazón que vibra

insaciable

prodigando amor

en la victoria y en la derrota.

 

La llevo conmigo,

hace parte de mi vida;

de estas mis ruinas

que quieren perpetuarse.

 

La amo sin miedo,

con toda mi confianza.

Se parece a mi padre:

noble, dulce y sin tacha.

 

Ella aún está viva

gracias al cielo;

y enriquece el tiempo

de quienes queremos amarla.

 

Pero entre todos los amores

y las cosas buenas

que me ha dado la vida,

 

hay una joya incomparable,

un ser humano

al cual no cambiaría por nada

 

Es mi hijo, mi primogénito,

el único.

El que nació de mis entrañas

 

Se hizo presente

y alegró mi existencia;

le dio sentido,

trazó mi mapa.

 

Hombre puro,

limpio y cristalino,

cual diamante fino,

cual vírgenes aguas.

 

Manantial de amor

y de justicia,

de inagotables

virtudes humanas.

 

Digno como mi padre

y como yo.

Enorme y recio

como la montaña.

 

Armonioso,

opuesto al mal,

al caos,

a la obscura trampa.

 

Ansioso de luz,

buscador de ilusiones,

talento en libertad.

Magia elemental en esencia.

 

Venero la encarnación

de su hermoso espíritu.

¡Nadie como él!

 

Es mucho más

que un buen ser humano.

Ojalá que nada sucio

toque su alma clara.

 

Creo que vino a darme felicidad,

a ofrecerme amor,

a calmar mi llanto y realizar mis plegarias

 

¡Oh, hijo de mi alma!

Canto de violines,

luz de la madrugada.

Rey de mis vibraciones,

caballero de armadura blanda,

que inspiras mi amor,

que aquietas a la catarata.

 

Tienes la fuerza del roble

y la riqueza de la selva inexplorada.

Eres lo mejor que he tenido conmigo,

evitaste que mi vida naufragara.

 

Nadie como tú, hijo mío.

¡Nadie, ni nada!

En ti se dibuja el amor,

solo el amor...

¡Ah, de mis nostalgias románticas!

Caricias divinas

Y buenos sentimientos.

 

 

¿Y qué de mi camino?

Sin nada que enaltecer,

sin una ínfima hazaña

 

Placer mundano y derroche,

vuelo torpe e inconcluso

 

Sin más raíz

que mi dignidad

nunca pude florecer

en el árido camino.

 

Desconocido,

menospreciado;

fantasma de lo onírico

 

Escoria de lo superfluo,

verdugo de la vanidad.

 

Éter constante

sin adónde ir,

nave de sueños

a la deriva.

 

Lienzo cristalino

de mil colores,

para bestias

y eruditos.

 

Pozo de envidias

y frustraciones ajenas.

¡De incapaces!

 

Predador de la injusticia,

de la inequidad.

Polo opuesto

a la hipocresía.

 

Enemigo mortal

de la mezquindad

y de los ruines sentimientos

 

Loco solitario

deambulando

entre la luz

y la obscuridad

 

Y entonces,

¿por qué me siento tan solo?

amando a tantas almas

 

Reconociendo a

los espíritus en la montaña,

en las fieras

y en la lluvia.

 

Disfrutando del néctar

de la azucena

y del olor del jazmín.

 

Renaciendo cada mañana

con la caricia del sol.

 

Llenando mi vida,

una y otra vez,

de amor y de sueños

en cada respiro.

 

Avivando mi piel

en la frescura del roció

y en la tibieza del mar.

 

Y evocando con toda mi fe

la grandeza de la creación,

de la que soy parte,

a la que le debo todo.

 

Mi espíritu me anima a seguir,

pero mi alma está cansada…

Creo que es el momento de partir.

  

miércoles, 8 de octubre de 2014

Renacer

Hoy sé que es la soledad.
¡Maldita y sabia soledad!
Compañera de infortunio,
digna causa de dolor.

Cuando entre la multitud
miras a tu lado
buscando un poco de amor
y no lo encuentras.

Cuando los hijos,
esos pedacitos de corazón
que endulzan tu vida,
han perdido el encanto por ti.

Cuando tu dama, tu mujer,
abandona arrogante
el compromiso
que ayer compartió contigo.

Cuando tus amigos, los buenos amigos,
te observan a lo lejos,
y dejan entrever
lástima y desprecio.

Entonces, ella, cruel y fantasmagórica
se posa entre tus pensamientos
y arremete
a tu corazón.

Y te dice al oído
que ya no mires más atrás,
que todo está perdido,
que jamás volverán.

Pero generosa te señala el camino.
Y sin forzarte te invita a tomarlo,
mostrándote la verdad.
Quizás mañana, puedas “volver a empezar”.