sábado, 7 de marzo de 2015

Camino de mi melancolía

 

Camino de mi melancolía

¡No sé el porqué!,

pero creo que es

el momento de partir.

 

La dicha

me ha abandonado

y advierto que no volverá.

 

Dudo en mi fe:

¿existe la esperanza?

 

Me duele el cuerpo

y siento un fétido acabamiento

 

Mi alma,

ya disgregada,

no responde

al cortejo de la vida.

 

Y mi espíritu,

mi amante y enloquecido

espíritu,

solo quiere partir.

 

Todos los caminos

están recorridos...

Solo falta el sendero

de la muerte.

 

Ya no vienen a mí

los sueños;

ni siquiera las pesadillas.

 

La ilusión es estéril;

pensamiento cándido,

pardo y opaco.

 

Mi libertad

se transforma trágica

en burda nostalgia.

 

El paisaje que contemplo

semeja un falso

biombo de escena.

 

El canto de las aves,

torpe y díscolo,

desorienta mis sentidos.

 

El agua que fluye

Ahoga mis escasos pensamientos.

 

El llanto de un bebé,

que ayer me emocionaba,

hoy me hiere.

 

Y la sonrisa de mi amada,

en la que antes creía,

es apenas una fugaz falacia.

 

¡Qué triste atardecer!

Atino a evocar mi tierno despertar

en dulces satines.

 

El calor de unos brazos

y la tibieza de la casa vieja

que habitaba el amor.

 

Los juegos torpes

y mis reprochables inquietudes

en nuevas emociones.

 

Mi blanca sumisión

ante la imagen paterna,

convertida casi en deidad.

 

La ausencia de un rincón para mí

en la efímera matriz

de mi madre.

 

Y la angustiosa soledad:

soledad del guerrero,

del rebelde,

del aventurero.

 

¡Tránsito a tientas!

entre cumbres indómitas

que me alejaron

más y más...

 

Pobre cachorro despreciado

que debió afilar

temprano sus garras.

 

Rimero inmenso

de penas,

ausencias

y frustraciones.

 

Vertedero de

ajenos fracasos y desechos,

frutos del egoísmo.

 

Anclaje de extraños sentimientos

con naturaleza indefinida.

 

¡Que niño desafortunado!

Objeto del desviado amor

y de la sacra indiferencia.

 

Arlequín del desacierto.

Inocente usurpador

condenado.

 

Fantasma de lunas llenas,

rufián de momentos gratos.

 

Tal vez, así lo decretó el destino

para mí, antes de nacer.

¿De qué otra forma interpretarlo?

 

Recuerdo mi primer amor

cuando apenas era un infante,

un retoño vulnerable de la vida.

 

Aún siento su risa;

veo sus ojos puros

y tiernos gestos;

escucho el latir de su corazón.

 

Cuán adorable

pudo ser esa criatura,

que permanece en mi ser...

 

La evoco con una canción,

en la sonrisa de un niño,

en la nostalgia de mi comienzo.

 

Ella jamás retornó a mi camino.

Hubiese sido un gran regalo.

¡Tal vez no lo merezco!

 

Además, ¿Por qué he de quejarme?

si he saboreado otros quereres

y he vibrado en infinitas sensaciones.

¡En fin! Todavía la recuerdo.

 

 

«Y pronto desfilaron ante mí

otras emociones

engalanadas de dolor

e impotencia,

 

de hastío y desasosiego;

las mismas que me acompañarán en la transición

hacia el cielo o el infierno».

 

La muerte de mi abuelo.

Ese viejo tranquilo y amoroso;

sin vanidad,

sin resentimientos.

 

Serenidad y sabiduría

condensadas en un macho agotado;

en alguien que parecía

no luchar contra el tiempo.

 

Varón dulce y plácido

dotado de sencillez,

de amor y de gestos buenos.

¡Aún lloro tu partida, abuelo amado!

 

«¡Qué regio es ser niño!

Pues se olvidan el dolor,

el rencor, la frustración

y el desprecio.

 

Entonces nada puede hacerte daño.

Las heridas sanan pronto

y cada nuevo día

resucita el espíritu»

 

 

Y mi vida continuó

matizada de ensueños,

inquietudes

y desengaños...

 

El colegio,

otros amores;

precoces y viriles conquistas;

un rosario de fracasos…

 

El tortuoso camino de la perdición.

Malas andanzas y

un obscuro escenario.

 

Realidad confusa

entre llamas destellantes

de efímeros placeres

y sórdidos momentos.

 

Y la rebeldía envolviéndome en sus brazos,

opacando mi dignidad,

creando terror.

 

¡Ah, de los consejos de mi padre!

Extraño sus enseñanzas

y su enorme ego.

 

Daría mi vida

por tenerlo conmigo

por abrazarlo y besarlo.

 

Cómo olvidar su fortaleza,

en la que me refugié,

la que forjó mi carácter de acero

y orientó mi frágil espíritu

 

Mi gran viejo,

bendición de mi camino.

Mi amigo,

mi padre adorado.

 

Dignidad, dignidad

y más dignidad.

Hombre entre los hombres,

corazón apasionado.

 

Maestro sin igual del amor,

amor del bueno, amor ilimitado.

Nos dio todo lo suyo

a quienes estuvimos a su lado.

 

Guerrero insaciable de la libertad,

de sus principios,

del amor,

de lo inesperado.

 

¡Me duele tu partida, Benito!

Nunca te he olvidado.

Te llevó en mi sangre, en mi mente,

en este corazón destrozado.

 

Te llevo en cada palabra,

en cada pensamiento,

en mi locura,

en mis versos y en mis cantos.

 

¡Cómo desatenderte, padre!

Si sos esencia de mi vida.

Si a tu lado transcurrieron

mis mejores años.

 

Descansa tranquilo, gran señor.

Disfruta del espíritu infinito

y de su amor;

del duelo superado.

 

Nada jamás

mancillará tu recuerdo.

Sembraste amor y,

solo eso será cosechado.

 

Y sigo viajando en el tiempo

contemplando

alegrías y sinsabores,

cada vez más míos.

 

Aires de dolor:

la muerte de mis amigos,

de mis perros,

de mi juventud.

 

Recuerdo a mi abuela,

Etelvina.

Mujer adorada,

caricia en mi vida.

 

Dama legendaria

y distinguida,

de fuerte carácter

pero noble y humana.

 

Laboriosa sin fatiga;

arraigada en su fe,

ferviente y soberana.

 

Madre entre las madres,

dulzura almibarada.

Sabia y comprensiva amiga.

 

Ella también partió un día,

tal vez hacia la nada.

Quizás hacia un mundo mejor,

el que merece una santa.

 

Además, en mi corazón

guardo otros quereres:

románticos, filiales y fraternos

 

Mi esposa, la que hoy no está conmigo;

mi madre, casi ausente en vida;

mi hermana Jenny, y Nancy, hermana menor.

 

Mujer inquieta,

loca y desparpajada,

pletórica de valor;

espíritu agitado en busca de calma.

 

Heredera absoluta

de nuestra casta;

con sentimientos idénticos a los míos.

 

De sanas costumbres y

febriles hazañas.

Sangre noble y fuerte que baña

principios eternos.

 

Corazón que vibra

insaciable

prodigando amor

en la victoria y en la derrota.

 

La llevo conmigo,

hace parte de mi vida;

de estas mis ruinas

que quieren perpetuarse.

 

La amo sin miedo,

con toda mi confianza.

Se parece a mi padre:

noble, dulce y sin tacha.

 

Ella aún está viva

gracias al cielo;

y enriquece el tiempo

de quienes queremos amarla.

 

Pero entre todos los amores

y las cosas buenas

que me ha dado la vida,

 

hay una joya incomparable,

un ser humano

al cual no cambiaría por nada

 

Es mi hijo, mi primogénito,

el único.

El que nació de mis entrañas

 

Se hizo presente

y alegró mi existencia;

le dio sentido,

trazó mi mapa.

 

Hombre puro,

limpio y cristalino,

cual diamante fino,

cual vírgenes aguas.

 

Manantial de amor

y de justicia,

de inagotables

virtudes humanas.

 

Digno como mi padre

y como yo.

Enorme y recio

como la montaña.

 

Armonioso,

opuesto al mal,

al caos,

a la obscura trampa.

 

Ansioso de luz,

buscador de ilusiones,

talento en libertad.

Magia elemental en esencia.

 

Venero la encarnación

de su hermoso espíritu.

¡Nadie como él!

 

Es mucho más

que un buen ser humano.

Ojalá que nada sucio

toque su alma clara.

 

Creo que vino a darme felicidad,

a ofrecerme amor,

a calmar mi llanto y realizar mis plegarias

 

¡Oh, hijo de mi alma!

Canto de violines,

luz de la madrugada.

Rey de mis vibraciones,

caballero de armadura blanda,

que inspiras mi amor,

que aquietas a la catarata.

 

Tienes la fuerza del roble

y la riqueza de la selva inexplorada.

Eres lo mejor que he tenido conmigo,

evitaste que mi vida naufragara.

 

Nadie como tú, hijo mío.

¡Nadie, ni nada!

En ti se dibuja el amor,

solo el amor...

¡Ah, de mis nostalgias románticas!

Caricias divinas

Y buenos sentimientos.

 

 

¿Y qué de mi camino?

Sin nada que enaltecer,

sin una ínfima hazaña

 

Placer mundano y derroche,

vuelo torpe e inconcluso

 

Sin más raíz

que mi dignidad

nunca pude florecer

en el árido camino.

 

Desconocido,

menospreciado;

fantasma de lo onírico

 

Escoria de lo superfluo,

verdugo de la vanidad.

 

Éter constante

sin adónde ir,

nave de sueños

a la deriva.

 

Lienzo cristalino

de mil colores,

para bestias

y eruditos.

 

Pozo de envidias

y frustraciones ajenas.

¡De incapaces!

 

Predador de la injusticia,

de la inequidad.

Polo opuesto

a la hipocresía.

 

Enemigo mortal

de la mezquindad

y de los ruines sentimientos

 

Loco solitario

deambulando

entre la luz

y la obscuridad

 

Y entonces,

¿por qué me siento tan solo?

amando a tantas almas

 

Reconociendo a

los espíritus en la montaña,

en las fieras

y en la lluvia.

 

Disfrutando del néctar

de la azucena

y del olor del jazmín.

 

Renaciendo cada mañana

con la caricia del sol.

 

Llenando mi vida,

una y otra vez,

de amor y de sueños

en cada respiro.

 

Avivando mi piel

en la frescura del roció

y en la tibieza del mar.

 

Y evocando con toda mi fe

la grandeza de la creación,

de la que soy parte,

a la que le debo todo.

 

Mi espíritu me anima a seguir,

pero mi alma está cansada…

Creo que es el momento de partir.

  

miércoles, 8 de octubre de 2014

Renacer

Hoy sé que es la soledad.
¡Maldita y sabia soledad!
Compañera de infortunio,
digna causa de dolor.

Cuando entre la multitud
miras a tu lado
buscando un poco de amor
y no lo encuentras.

Cuando los hijos,
esos pedacitos de corazón
que endulzan tu vida,
han perdido el encanto por ti.

Cuando tu dama, tu mujer,
abandona arrogante
el compromiso
que ayer compartió contigo.

Cuando tus amigos, los buenos amigos,
te observan a lo lejos,
y dejan entrever
lástima y desprecio.

Entonces, ella, cruel y fantasmagórica
se posa entre tus pensamientos
y arremete
a tu corazón.

Y te dice al oído
que ya no mires más atrás,
que todo está perdido,
que jamás volverán.

Pero generosa te señala el camino.
Y sin forzarte te invita a tomarlo,
mostrándote la verdad.
Quizás mañana, puedas “volver a empezar”.


lunes, 22 de septiembre de 2014

¡Ay, de aquellos viejos!

Caballeros galantes
y refinadas damas,
que otrora resplandecían
de juventud.
Impecable vanidad
de espíritus altivos,
satisfaciendo propia
y ajena banalidad.
Carnes frescas,
grandes fortalezas,
osadas acciones,
candente emoción.
Huellas profundas en la arena
desafiando las olas,
la furia,
la adversidad...
Desdeño del tiempo.
Excesos que rompen
el umbral
a marcha forzada.
Y el camino…
Se hace pedregoso
y empinado.
Inevitable, además.
Marchita la piel,
ronca la voz,
pequeños los huesos,
triste el corazón.
Ahora, son:
Viejos repugnantes
y agotadas ancianas,
que fastidian la juventud.
Aferrados a su dignidad.
Dolidos espíritus
pretendiendo
algo de amor.
Débiles forros
de viejos divanes
que se desgastan
en la inercia.
Pasos temerosos
de arrepentimiento
en busca
de seguridad.
Arraigo intenso,
al penitente
paso
de los días.
¡Dolor y más dolor!
Ante el desprecio,
la indiferencia
y la soberana vanidad.
Y hoy, a ellos,
los caballeros galantes
y las refinadas damas,
se le mira con piedad.
Y la esencia
que otrora resplandecía
de juventud
con tanta intensidad.
Se desvanece
en el tropel
de nuevos ímpetus,
de radiantes vidas.
Enloquecidas  de afán,
embriagadas de frescura,
ciegas de vanidad;
¡ellas ignoran a donde habrán de llegar!



jueves, 17 de abril de 2014

Legítimo Mesías.

¡Ah, de la gracia del espíritu!
Que en virtud del deseo
se condensa en maravilloso
acontecimiento.

Deseo, quizás errado,
aquel de convertir al hijo del hombre
en la llama de la revolución
en busca del poder.

Necesidad constante de la vida
para transformarse.
Alquimia que mata
y crea.

Él, “el hijo del Dios”,
Bocado de la creación humana
encaminada
hacia la fría y mortal vanidad.

Germinó en la fertilidad del amor,
a pesar de la aridez
y la insensibilidad de los corazones,
de la sucia ambición.

Su voz, no fue la de un rey;
su corona, fue el dolor;
su atavío, la sangre del hombre;
su linaje, el de humilde pastor.

Sano camino del pensamiento
en dirección a Dios.
Esa fue la elección
del gran hombre.

Con acciones sustentó
su palabra.
Y nos mostró un camino…
Ese, que fortalece al espíritu.

Camino de fe y amor,
de libre elección.
Luz de esperanza
que acaricia el alma.



jueves, 10 de abril de 2014

“Balada negra”


Elixir amargo que emana de la obscuridad
y se pierde en el misterio infinito.
Dilema sacrosanto que aterroriza al cuerpo
y excita al espíritu.

Avanzada imperiosa del miedo
sobre las frágiles almas;
esas efímeras semillas que apenas sí
flotan entre el fugaz pensamiento.

Ella no tiene edad, color ni forma;
es intangible pero absoluta.
Omnipresente y diáfana en la penumbra
¡Reina de la nada!

Inoportuna y atrevida se muestra en escena,
soberbia e implacable,
aplastando la falsa ilusión de justicia
que siempre tambalea en la “cuerda floja”

Arrasando la voluntad y la esperanza,
desgarrando al corazón.
Sembrando desazón y vacío
en el fértil campo de la impotencia.

Yo pude vencerla el día que traspasé el umbral
superando la etérea barrera de lo desconocido,
cuando en sus brazos “no era” y  ahora ”soy”.
Tal vez esté ansiosa por tenerme de nuevo…

Tal vez, ella sea el camino perfecto.
La nave que dará destino a mis sueños,
la cima de mi escalada,
!lo que merezco!

Quizá, en su inmenso poder, ella me dé la felicidad;
me acerque a Dios, al todo, al resto del universo.
Su fuerza es semejante a la creación, alquimia constante,
¡Fin y comienzo!

Y yo la siento cerca de mí, la anhelo, la deseo,
no le temo y la espero tranquilo;
sé que es parte de mi vida.
“Ven a mí cuando quieras, hermosa muerte”





jueves, 24 de octubre de 2013

¿A DÓNDE VAS, JUVENTUD?


Esfuerzos inútiles y vanos deseos
intentando detener el tiempo;
o al menos,
demorarlo un poco…

Cuando ya la piel
se muestra marchita.
Cuando las carnes flácidas
tambalean, ajenas a la vanidad.

La mirada opaca,
firme y profunda.
La voz ronca,
ya no quiere cantar.

Y la fortaleza…
Traidora despiadada,
que solo pretende anidar
en el despertar de los cuerpos.

Ajena al llamado
de almas en el ocaso,
ávidas por transitar
los caminos del placer.

Falsa compinche de la vida,
que engaña
prometiendo lealtad
hasta el final.

Hoy abandona sin pudor alguno,
la vieja fachada
que habita el ser.
¡Destartalada fortaleza!

¡Bah!
No eres la única, bella juventud.
Tu deserción
es liberadora.

Jamás fueron tan intensas
las sensaciones,
tan claros
los pensamientos…

Nunca el alma
voló con tanta libertad.
Ya, el espíritu
no está confundido…

Reconoce de donde viene,
sus deseos,
el camino
y el lugar adonde va.

¡El amor, ha vencido
a la fuerza!
El sabor del dolor
ya no es amargo…

Es dulce como la vid;
y embriaga
con valientes reflexiones
a la tristeza.

Y las mieles de la lujuria,
maduras y alborotadas,
apuran al corazón
invitándolo a amar.

                                                                                                                 Cauribe.

viernes, 26 de julio de 2013

“ELLA ES UN SUEÑO”

Su luz brilló para mí,
opacando al sol
usurpando a la luna.

Me ofreció lo que yo quería
e hizo realidad
mis fantasías.

¡Que extraño escenario!
Apenas sí podía yo sentir…
Y me rehusé a pensar.

Mis emociones
volaron
hacia ella.

Jamás volví a mirar
en otra dirección.
Me convertí en un zombi.

Y mi cuerpo apenas palpitante…
Ausentes mis sentidos
pues se fueron con ella.

Y mi corazón
intangible, inmaterial.
Apenas un manojo de ilusiones.

Mi alma se fundió con la suya,
aislándome
de la realidad.

Solo quedaba de mí
el espíritu;
ese loco aventurero de amor

Que no dudó en arriesgarlo todo
por estar junto a ella
buscando el infinito.

Puedo escuchar aún
las dulces notas en serenata
de cuerdas y vientos.

Sus jadeos indescriptibles
de amor
y de pasión.

Percibo también su alucinante aroma
que anula mi voluntad
y embriaga mi piel.

Y el fuego que invade mi ser
quemándome implacable
castigando mi pecado.

He de recordar en silencio,
en mi soledad,
agobiado en la frustración.

El sabor mortal de su néctar,
sus trémulas caricias
y su sonrisa enamorada.

Así podré tenerla
infinitamente en mis brazos

y amarla, amarla, amarla.

martes, 16 de julio de 2013

“MI PARQUE DE DIVERSIONES”

Que infinito placer el que sentí aquella noche cuando deambulaba libre e inocente en medio de las estrellas. Sentía que estaba recorriendo el universo en la más completa calma. Lograba grandes distancias con solo imaginarlo, veía luces de todos los colores, esferas brillantes, resplandores, formas indefinidas, matices cambiantes.
Solo lograba inquietarme el correr del tiempo, aunque no podía verle, sabia que estaba allí y que pasaba veloz, más veloz que mi fantástica marcha.
Efectivamente yo tenia razón, en un abrir y cerrar de ojos se habían esfumado las alucinantes imágenes que regocijaban mi alma; sin embargo fue lo mejor, ahora me encontraba justo a los pies del sol, ese astro de fuego inmenso y hermoso que me ofrecía su luz y su calor sin medida y sin condiciones.
Yo le salude: Hola hermano sol, ¿de  donde vienes y adonde vas? Quédate por siempre aquí conmigo y calienta mi casa. Él, esbozando la sonrisa de su madurez me respondió: vengo desde el oriente, allá lejos donde ni siquiera alcanzas a divisar, pero hoy como todos los días llego hasta tu casa.
Siempre estoy aquí, allá y mas allá para ofrecerte el calor y la luz que tanto amas, para brindarte mi amor, para darte felicidad; esa es la esencia de mi existir, la que el universo reclama.
Me dirijo hacia el occidente, buscando sonrisas, escuchando alabanzas y plegarias, repartiendo  todo lo que puedo dar; no cambiaria lo que soy por nada. De mi destino soy feliz y supongo que tú también lo eres, pues me gustan los gestos de fascinación que pones cuando mis rayos tocan tu cara.
Ahora debo seguir mi camino porque todos me esperan con ansias.
No olvides que mañana temprano estaré aquí; pero por favor hombre, aunque sea mira al cielo, disfruta el espectáculo y da las gracias, te juro que no te pediré nada más. Hasta mañana.
Y entonces vi como lentamente el maravilloso astro emprendía su camino hacia el cielo mirándome a lo lejos, como haciéndome un guiño y manifestándome su amor; y decidí caminar por el campo, sin afán lleno de esperanza, y adivina  lo que encontré: encontré el rio más hermoso que jamás hubiera visto en mi vida, grande y caudaloso, alegre y bullicioso. Podía escuchar el dulce  tronar de sus aguas  a su paso andante regando la tierra, ofreciendo vida en abundancia, con sus mil colores cristalinos,  mostrando su gran poder y dibujando una sonrisa en su torrente calma.
Las flores cercanas parecían reír y emocionarse a su paso, el pasto radiaba verde de esplendor, las aves revoloteaban sobre él y cantaban, y los peces en fulgurante danzón saltaban. Era la más hermosa fiesta a la que haya asistido, interminable y espontanea. Realmente me sentí muy emocionado, sentí sed, sentí deseo de bañarme en sus aguas.
Y cuando me acerqué a él e  incline mi cuerpo, mi rostro se reflejo en el suyo cual espejo de fino cristal hecho de  magia; y mi espíritu volaba y mi cuerpo flotaba.
Le pregunte: ¿A dónde vas hermoso rio?  Al mar, respondió él, allá donde concluye esta hermosa aventura, la que disfruto todos los días de mi vida, la que comparto con todos y no dejaría por nada. La que me ofrece esta libertad  que me hace crecer, la que me convierte en fuente de amor y de esperanza. Vivo para ti, para mí, para todos; mientras lo quieras estaré contigo sin pedirte nada, suficientes son tu alegría y tu gratitud. Ahora debo seguir mi camino, pues muchos seres esperan a mi paso.
Y me quede mirando al rio, viéndolo perderse en medio de llanuras y montañas, viéndolo correr con la alegría de un niño, con la fuerza del hombre, con la gracia de una dama.
Quise quedarme allí con él o seguirlo, bañarme eternamente en sus aguas, pero decidí dejarlo libre y también reanudé mi marcha. Y caminé extasiado por senderos, por bosques y sabanas. Estaba perplejo disfrutando de tantas hermosas formas, de las paradisiacas imágenes que se esbozaban en las rocas, en las colinas, en las praderas, en las extensas y abundantes despensas de alimento que de la tierra silvestre brotaban.
Sentía el olor del campo, esa mezcla de aromas de madera fresca, de frutos maduros, de esencias florales, de olores animales; y las indescriptibles sensaciones que de la naturaleza emanan.  Y abracé fuertemente a un inmenso árbol y lo sentí mío, y me sentí tan pequeño como el átomo, y rodé jugando por la hierba sintiendo su humedad, acariciándome con su textura. Y la tierra me respondía fascinándome con cada imagen que me mostraba, llamándome, haciéndome sentir que ella era mi casa.
Ni siquiera tuve la necesidad de preguntarle nada a la tierra, me sentí el hombre más sabio del mundo, entendí sus intenciones, su bondad hacia mí, su eterna manifestación de amor; nunca me vi tan lleno de riqueza, entendí que  era mía y que algún día formaría parte de ella.
Entonces levante mi cara, y cual pudo ser mi alegría cuando miré al cielo y no pude encontrar limites a mi alrededor;  ¡como habría yo de olvidar todos esos tonos azules y blancos que me alucinaban!, esa paz que se reflejaba en cada espacio, en cada copo de nieve. Ese manantial de evocaciones, de sueños y de recuerdos que en él se dibujaban,  y todas esas locas ideas que se mecían en su infinita calma.
Sentí como si estuviera viendo a mi propia alma. Indescriptible, dulce y tranquila,  soñadora y sosegada. Me sentí vivo, entendí cuan pequeño y frágil soy, reconocí el diminuto espacio que ocupaba en la abundante y maravillosa granja.
Me embelesé al ver a los animales, sabios maestros que en su viva marcha me transmitían amor y  me enriquecían con su digna existencia y sus enseñanzas.
E increíblemente además de tantas satisfacciones, disfruté también  del aire, regalo de la vida, manjar invisible y delicioso que podía  respirar libremente, tomaba en cada bocado de él la vida, y me llenaba de amor a mi antojo, saciándome de  mi riqueza.
Y entonces aprendí sobre el infinito placer y toda la diversión que me ofrece el mundo, cuando le miro sin egoísmo y con amor.
Es así como puedo comprender la belleza de la vida, de mi vida, de la única oportunidad que me ofrece el todo para disfrutarla.

Pienso que siempre querré jugar en este mi parque de diversiones, mi participación ya esta destinada; mi boleto el amor, pasaporte eterno para gozar y no ambicionar nada…