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martes, 25 de mayo de 2010

ABOGADOS Y ÉTICA


Una mirada a la profesión de la abogacía y la gran influencia social que representa…

La carrera profesional del derecho o abogacía es en verdad una gran oportunidad que tienen quienes se dedican a ello para desarrollar y potencializar todas sus aptitudes y capacidades intelectuales, psicológicas y morales.
Su trabajo y sus vidas se convierten en un escenario donde deben hacer uso de grandes habilidades de memoria, de oratoria, de análisis, de razonamiento, de redacción, de creatividad, etc. Y al mismo tiempo deben poner en juego toda su calidad humana para actuar con honestidad, con justicia, con equidad, con dignidad y en la búsqueda de la verdad o del reconocimiento de la verdad utilizando su sabiduría con respecto a las leyes hechas por el hombre para el hombre en el afán de mantener la justicia, la armonía y el equilibrio social.
No pretendo criticar negativamente a la profesión del derecho ni a quienes la ejercen, pues al contrario me parece que por este camino un ser humano puede alcanzar el mas alto reconocimiento en base a sus facultades y a sus características humanas individuales entre la sociedad, ya que en su contacto pleno y directo y por la trascendencia de sus acciones intervienen de manera determinante en la vida de muchas personas.
Independientemente de sus habilidades, su trabajo está bastante expuesto al juicio no solo de aquellos que están involucrados directamente en sus casos, sino también de todas las personas, ya que su accionar tiene relación directa y permanente con todo tipo de individuos, en todos los niveles y en todos los campos sociales.
Son ellos los abogados, quienes nos ayudan y orientan cuando lo necesitamos para afrontar las diferentes situaciones de convivencia, de legalidad, de interacción con respecto a otras personas, a la sociedad y a los sistemas en general.
Son ellos quienes hacen valer nuestros derechos, a través de conocimiento de las leyes nos orientan y nos protegen ante la injusticia, nos asesoran en las cosas legales, trabajan por nuestra libertad, por la protección de nuestros bienes y con su permanente actuación ayudan a establecer una serie de normas y parámetros legales y morales que nos conducen hacia la armonía y la convivencia.
Todo esto sustentado en base a la ética y a la responsabilidad moral de estos dignos representantes de la gran comunidad humana, no es casual el hecho de que muchos de los cargos políticos y administrativos estén en poder de los abogados, así como la administración de la justicia y gran parte de la rama legislativa.
Desafortunadamente y en muchos casos terminan por imponerse la ambición, la codicia, las bajas pasiones y la vanidad en muchas de las personas que ejercen esta profesión, los cuales en lugar de actuar como respetables y solidarios individuos sociales, centran toda la fuerza de sus acciones en una descontrolada e incesante búsqueda de satisfacción de sus intereses personales pasando por encima de sus mas profundos principios, quebrantando todos los valores morales y abandonando el camino de la verdad, de la rectitud y de la dignidad.
Estas personas motivadas por el dinero o por el poder son capaces de defender al peor de los asesinos cuyos móviles son únicamente su naturaleza malsana, son capaces de defender al individuo fuerte y rudo que accede carnal y violentamente a una criatura de 10 años, son capaces de defender a un individuo que privó de la libertad a otro durante 10 años o más, al que violó a su propia hija y tuvo varios hijos con ella para después convertirlos también en objetivo sexual, al terrorista que dinamitó un lugar público atentando indiscriminadamente contra la sociedad, al extorsionista, al que desfalcó al estado, en fin a cualquier delincuente que tenga dinero con que pagar bien por sus honorarios.
No pretendo negarle el derecho a todo ser humano a que se defienda ante las acusaciones y ante la ley, a que pueda comprobar su inocencia y a que demuestre o por lo menos justifique su proceder.
Lo que no acepto bajo ninguna circunstancia es que ante la inmensa mayoría de los casos que conocemos a diario, ya sea de manera personal o por los medios de comunicación, algunos abogados actuando sin pudor, sin ética y poseídos por la ambición y la irresponsabilidad, hagan uso de toda su sabiduría y su habilidades personales, o como en algunos casos de sus influencias en los corruptos sistemas políticos, legislativos y judiciales, para defender, para desvirtuar, para hacer impunes, situaciones delictivas, criminales, ilegales, antisociales que se muestran claras y comprobadas por los hechos y por los organismos correspondientes y que son respaldadas por la sociedad, pero que no son suficientes ante las argucias y las herramientas ”legales” que utilizan estos respetables abogados, tales como los falsos testimonios, la implantación de pruebas, el soborno, la manipulación de la opinión publica a través de los medios de comunicación, la intervención de personas en las mas altas esferas políticas y de justicia, la contra acusación, que es una de las mas utilizadas modalidades en este momento en donde el ratón caza al gato, ahora son los bandidos quienes acusan a los organismos o a los individuos que representan la legalidad, la manipulación de las leyes a través de interpretaciones confusas, etc.
Todas estas artimañas y anti éticas actuaciones hacen parte de la vida de muchos de estos abogados con lo cual logran la libertad o rebajas considerables en el castigo de sus defendidos, lo que se convierte para ellos en éxitos para su carrera profesional y una gran fuente de ingresos económicos.
Lo peor es que como siempre todos sabemos lo que sucede, algunos tratamos de intervenir de alguna manera, otros renegamos y nos quejamos, otros apenas si lo comentamos y a otros les importa un pepino.
Lo mas importante es que trabajemos sobre lo que esta a nuestro alcance, luchemos por la verdad, por la moral, por la justicia y la equidad.
Es bueno recordar que cuando no actuamos estando en capacidad de hacerlo, podemos pecar por omisión y que en muchas situaciones esta inercia moral y social podría significar complicidad ante la injusticia.

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